martes, 25 de octubre de 2011

¿En qué se se convierten los celos ?(Cap 2/11)

Bien he aqui otro capi, lo escribi ayer pero por cuestiones de tiempo hasta hoy lo publico espero guste,


Capítulo 2

La cita era vernos en el centro comercial a las doce del día, sabía, por medio de Nakamaru, que Masuda era alguien muy puntual, y que siempre procuraba ir a las citas y reuniones con tiempo y de muy buen humor, y yo, muy a mi pesar tuve que aceptar la situación pues mis impulsos me llevaron a decir que sí a algo que no quería en realidad.

Eran las once con cuarenta minutos, y seguí en mi casa en pijama, no quería ir, y de verdad estaba considerando no ir, total ¿Qué podría pasar?, tenía unos DVD  nuevos que no había visto, y una buena dotación de palomitas, no lo pensé mucho más y cuando miré mi reloj eran las once con cincuenta y cinco, si corría a toda velocidad llegaría con un ligero retraso y con una excusa medio tonta podría funcionar, pero puse la película y me acomodé en mi sillón de la sala.

La película era muy cómica,  mis palomitas suficientes, pero mi cuerpo necesitaba algo, mi objetico: el baño, pausé la película y me dirigí al sanitario, cuando pase por mi cuarto vi mi ropa y decidí cambiarme, pues también me es incomodo andar con el pijama todo el día, cubrí mis necesidades fisiológicas y vi de casualidad el reloj: eran las doce con cuarenta minutos.

Me sentí un poco mal, pero lo olvidé rápido, pues la verdad quería disfrutar de mi día libre y descansar, regresé a mi sofá a ver mi película.

Cuando casi me ahogué de la risa por una palomita traicionera comprendí que, necesitaba algo de beber, volví a pausar el video para ir a la cocina por algo de beber, tomé entonces un vaso de vidrio y lo llené de jugo de naranja, al voltearme tiré la jarra del jugo accidentalmente, se quebró, eso ¿Era símbolo de mal presagio?

Limpié y tomé mi jugo, marcaban ya la una con quince minutos, no le di importancia y seguí con mi actividad, en la cual, cuando se ponía mejor, se fue la luz.

Algo malo pasaba, eran la una con cuarenta y cinco.

A la luz le dio la gana regresar hasta media hora después, tiempo que en el cual no hice nada más que limpiar un poco la sala, la cual era un tiradero de guerra, me estaba dando una muy peor muy buena aburrida ese día.

Terminé entonces de milagro al película sin ya muchas ganas, me pareció de lo más común y aburrida, el protagonista era alguien muy tonto, no sabía y qué hacer con el tiempo que restaba del día, y me puse a limpiar el resto de la sala y mi cuarto, todo era un verdadero desorden, cosa de la cual me alegro pues así haría algo, puse a lavar mi ropa y empecé con el aseo.

Cuando algo lo haces con ganas hasta ni sientes el tiempo pasar, tenía ya mi ropa tendida y secándose, y mi apartamento reluciente como una tacita de porcelana, así que me decidía a dormir la siesta.

Me hallaba en mi casa, todo tenía un matiz gris, parecía que algo faltaba, un tipo de atmosfera que da vida, o algo así, cae la lluvia en el exterior, ¡MI ROPA!, salgo a ver y un camión viene por la calle a toda velocidad, parece no tener frenos, no me molesta mucho pero alguien va cruzando la calle:

-Ue… -esa persona está cansada, y va en busca de alguien, salgo de mi apartamento y veo a la persona con más claridad.

Se escucha un claxon muy fuerte y estruendoso, horrible, silencio, y luego sangre derramada por todos lados, el camión arrolló sin piedad a quien cruzaba la calle, me acerco al cuerpo y…

Despierto, Fue un sueño.

Estoy alterado, miro el reloj, marca las cinco con cuarenta y cinco de la tarde, no sé por qué pero tomo una chaqueta y salgo corriendo, tengo que ir… necesito ir…, ese sueño no me gusta nada, ¿Sería posible que … por mi culpa? ¡NO!, no quiero pensar en ello, tomo el tren para el centro, el minutero parecía hora avanzar mucho más rápido que nunca, ¡Mierda!, llego a la estación, bajo y voy corriendo al centro comercial.

Entro, hay mucha gente, una chica piensa que ha visto a Ueda Tatsuya, y se lo dice a la gente, los ignoro, llego al punto de encuentro, no hay nadie ahí, bueno sí, pero es gente desconocida para mí.

-Claro, ¿Quién espera a alguien con un retraso de –miro mi celular– seis horas con diez minutos? –Susurró.

-Yo –alguien a mi espalda contesta, es él.

Me sobresalto y vaciló, me volteo y lo veo, va vestido de manera cómoda y única, muy a su estilo, se le ve muy bien, no trae pintas de alguien reconocible, me sonríe  y no entiendo el por qué, yo en su lugar estaría furioso.

-¿Por qué?

-No lo sé llegué aquí como a las once cincuenta pero…

-¿Por qué no te fuiste?

-Sabía que vendrías

-Yo…

-No necesitas excusas… yo se que era importante

-Pero yo…

-Calla –puso sus dedos en mis labios –no me importa que hiciste, debió ser muy importante y como es así, no es necesario que me lo expliques.

¿Por qué era tan perfecto este chico?

-Debí avisarte –digo entre dientes, sus dedos siguen en mis labios.

-¿Y cómo, si no tienes mi número?

Me reí un poco debido a que es verdad lo que dice, y a la mueca que puso, por alguna razón le creo que llevaba las seis horas ahí esperando, y eso es demostrado por su estomago, el cual ha hecho un ruido, algo impaciente y que solo indica una cosa, una necesidad humana por cubrir: comer.

Lo invité a comer, y el trato de hacerme al plática sin mucho éxito de mi parte, sin embargo me hacían mucha gracia las distintas muecas y pucheros que hacía.

El pidió gyozas y yo onigiris, nos quedamos en silencio hasta que llegaron las ordenes, los platos eran inmensos, pero ambos teníamos un hambre voraz, -yo comí a base de palomitas y jugo y el seguro nada- y las devoramos sin problemas … pedimos la carta de postres.

-En seguida –dijo un sonriente camarero.

Y así fue, llevo la carta, pero sólo una, ambos la miramos juntos.

Nada nuevo o único, o que valiera la pena, los postres tradicionales que hay aquí, en México y China, nada novedoso de verdad, o eso creía hasta que mis ojos vieron la llamativa foto de un postre rico: un pay de queso con fresas y kiwi más aparte  un poco de helado alrededor, para acompañar, relamente delicioso.

-¡El pay por favor! –digo pero, no sólo yo, también Masuda o dijo.

Bien y ahora comparto a Nakamaru, la mesa, el tiempo y los gustos en postres con el entrometido.

-Sólo queda una ración –nos dice, y estoy por decir que se lo deje  a Masuda pero…

-No hay problema, compartiremos ¿verdad?

Estoy en shock, y el camarero sonriente se va.

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