domingo, 29 de marzo de 2015

Amantes



Título: Amantes
Género: Lemon (¿?)
Advertencias: Sadomasoquismo
Pareja: TegoMass [Tegoshi Yuya x Masuda Takahisa]
Fandom: NEWS
Palabras: 4000
Tipo: One-shot
Resumen: Tegoshi está harto, necesita algo de acción, quizás el conocer a un actor pueda llevarlo a lo que realmente quiere.

En mi aniversario solo recibí una llamada de mi esposo diciendo que se tenía que quedar en no sé dónde para no sé qué reportaje. Él y yo nos casamos hace dos años, y el año pasado no celebró conmigo la fecha por otro reportaje que tenía que hacer para su noticiero.

Yo no podía quejarme, había roto compromisos también con anterioridad y la verdad, también por un trabajo que no podía aplazar, pero eso sí, jamás en nuestras fechas especiales, ni en nuestro aniversario de bodas, de novios, en mi cumpleaños o en el de él, primero de mayo.

“Keii-chan” es el esposo perfecto. Solo cuando no tiene que trabajar. Y “Yuya” es un chico muy impaciente.

Salí de casa algo molesto, no realmente con él, pero sí con “su” trabajo. Odiaba que su trabajo nos separara así, aunque yo sabía bien que si Keii-chan accedía a esos reportajes era para poder darme la vida de príncipe que a veces con mi propio sueldo no podía pagarme.

Caminé sin rumbo, pensando amargamente en lo que podía haber hecho ese día… Hacía mucho que mi esposo no llegaba con ganas de tocarme, que no llegaba con mucha energía como para cansarnos en la cama, hacía mucho que no gritaba “Keii” con toda la fuerza de mi voz en aquel momento de máximo placer.

Aunque yo haga de todo por provocar a mi esposo, lo cual incluye travestirme más de una vez en muchos disfraces,  yo no dejo de ser hombre nunca, yo tengo mis necesidades… Necesidades que mi esposo no me ha logrado satisfacer en mucho tiempo.

Alenté el paso de mi caminar, pasando por un parque ya oscuro y sin personas, pasando por una calle con solo una farmacia de 24 horas abierta, pasando por un hospital infantil que estaba curiosamente pintado… pasando por muchos edificios en los cuales no iba reparando hasta que entré en un pequeño bar que estaba ahí, abierto y casi vacío.

Me puse unos lentes con un diseño grande que cubrían mucho más que mis ojos, incluso eran algo molestos en mis mejillas, pero solo los usaba por distracción. Me senté a lado de un tipo que no parecía llevar mucho ahí pues no tenía vaso alguno, estaba con una expresión seria hasta que el barman le pasó un vaso con un líquido algo rojizo. Lo observé por un momento pero después decidí no reparar en lo que él hacía y yo pedí una bebida cualquiera, no me importaba, quería solo tomar algo y que se me olvidara un rato el porqué de mi soledad de esa noche.

El tipo de a lado pidió de nuevo esa bebida rojiza y yo seguí en lo mío, pidiendo más y más sin saber que bebía en realidad, cada vez todo era más confuso, y olvidé entonces, que cuando perdía esa ligera cordura cuando bebía… me ponía demasiado platicador.

- ¿Sabes tú, amigo, que es horrible?

Nadie me contestó, ni el barman ni el tipo de a lado, ni la tipa que llegó después solicitando un trago muy ligero. Pedí alguna cosa más que ahora no puedo recordar, pero me mareó bastante, pues le me lo acabé de un solo trago y me volví a dirigir a ellos con la misma pregunta. Pero esta vez, el tipo de la bebida roja atendió a mi llamado contestado con un sencillo “¿Qué?”.

- Que ese idiota prefiera hacer un reportaje de peces que tocarme a mí.

Contesté realmente con mucho recelo, era cierto, dentro de mi egocéntrico ser, estaba la verdad, odiaba pasar a ser el segundo termino de mi esposo, su segunda preocupación, yo no podía ser un esposo tolerante, una pareja comprensiva, en serio que no, porque yo necesito atención, mimos, ser atendido en toda la extensión de la palabra, no importa que pase, yo quiero todo para mí.

Un nuevo “¿Qué?” salió de la boca del tipo de a lado y yo resoplé, volteando a verlo.

- Que el idiota de mi marido desde hace meses que no pasa de besar mi mejilla, que ese tonto, me tiene en abstinencia desde hace no sé cuánto y yo no aguanto eso, yo necesito que me toquen, necesito cariño, amor, lo que sea, yo necesito…
-Pobre de ti.
-No, no, no ¡Pobre de él! Porque yo… yo…

Me quedé sin decir nada, no podía con mis ideas, apoyé mi barbilla en la barra jugando con mi vaso vacío, tomaría un poco más y quizás luego me iría mi casa o a un hotel, dependiendo de qué tan lejos esté de una u otra opción.

Quizás fue un segundo, o quizás un minuto, puede que varios, no lo sé pero el tipo empezó a hablar.

- Mi esposa es una ilusa. Cometí un grave error al casarme con la amiga de mi hermana, todos me lo dijeron pero pensé que funcionaría…

Le miré severamente, y luego observé sus manos, en su mano traía un fino anillo de oro, claramente indicaba su compromiso recién mencionado hacía unos pocos segundos, por segundos quise decirle que a mí no me importaba su tonta vida amorosa pero como ya dije, me vuelvo muy platicador y además algo chismoso cuando empiezo a beber de más.

- ¿Y entonces?
- Ella se da la gran vida gastando todo el dinero que gano.
- ¿Y qué esperas para separarte de ella?
- Nada… No puedo hacerlo ya, ella es quién cuida al niño. Yo trabajo, ella es ama de casa.
- ¿Niño? ¿Tienen ya hijos? –Hice un cálculo mental de la posible edad de mi acompañante a juzgar por su físico y lo que me contó, con suerte sería un par de años por mucho más grande que yo.
- Sí, un niño adoptado pero como cualquier niño pequeño jala más afecto y atención que nadie.
- Estás condenado. ¿Es fea?
- No, al contrario es guapa. Solo es muy tonta.
- Que vacía esa relación tuya.
- Y que lo digas. Pero tú solo quieres sexo ¿Por qué contratas a alguien?
- “Lo amo~” –Dije más que nada por compromiso ¿Acaso podía llamar amor a lo mío con Keii-chan?, ¡Tonto! No debía pensar en eso, estábamos casados, obviamente era amor – No podría tener sexo con alguien más.

Salieron esas palabras pero yo no las sentía verdad.

Pasó un rato más, descubrí más cosas de ese chico, tanto de su vida como de su físico. Era un actor de teatro, conocido por el medio, había protagonizado varias obras, aunque de los nombres que dijo yo no conocía ni uno, además mencionó de una oferta para una película de mediano presupuesto que estaba pensando aceptar. Tenía cuatro años de casado y su hijo adoptado tenía casi dos años,  y se notaba que lo adoraba. Pero él… físicamente hablando era casi un dios, bajo su ropa se notaban unos músculos que según comentó podrían ser resultado de la natación, su cabello desordenado era de un rojo brillante, y su piel era demasiado nívea.

Platicamos, y mucho, quizás él se enteró de mucho de mí y yo de él, nos hicimos amigos algo bebidos muy fácilmente. El Bar poco a poco se iba vaciando poco más, quedábamos los dos y el barman nada más.

- Deberías irte a casa –Mencioné nada más por decir algo, yo me quería ir ya.
- No quiero, ella no me espera hoy, le dije que no podía volver a casa hoy. Pero vete si quieres.
- Él no va a llegar hoy.
- ¿No es tu aniversario?
- Ese idiota se fue a grabar con peces ¿No te dije?
- Que triste.
- Lo sé.

Me levanté y pagué lo que debía, me sorprendió un poco puesto que no recordaba haber pedido y bebido tanto, pero igual no me importó, busqué una mochila que creí haber llevado pero realmente me había salido de la casa sin nada encima más que mi cartera.

Me tambaleé hasta la salida, quizás debí haber reparado más en lo que bebía y las cantidades que eran, sin embargo no llegué a caer en ningún momento, al principio me felicité por llegar a la puerta sin caerme pero luego, sentí la presión en mi hombro que me sostenía en pie.

Creí no necesitar su ayuda y de hecho se la estaba a punto de recriminar, sin embargo no lo hice pues me di cuenta al dar un paso que si necesitaba ayuda.

Me llevó un par de calles pero luego paramos en un parque, quizás el mismo por el que pasé antes y estaba vacío. Nos detuvimos ahí, pues los dos estábamos algo cansados. Estábamos en silencio, y al menos de mi parte no sabía bien que decir. Mi cabeza estaba en verdad confusa. Pero él me sonrió y por alguna tonta reacción yo hice lo mismo.

Retomamos el camino en silencio rumbo a lo que recordaba era mi casa, justamente recordaba aún como llegar sin necesidad de llamar a mi esposo o a alguien así y tenerle que explicar todo el asunto.

Con la llave de emergencia abrí la puerta y cometí el un gran error y acierto al mismo tiempo: El pelirrojo entró conmigo a mi casa y se aseguró de llevarme a mi cama.

- ¿En serio eres gay? –Dijo finalmente tras ayudarme a sentarme en mi cama y asentí ligeramente.
- Incluso te dije que soy casado ¿Te molesta acaso?
- No, de hecho me da curiosidad.
- ¿Y eso?
- No todos los días me encuentro a un gay emborrachándose en un bar casi vacío quejándose por que no ha tenido sexo.
- ¿Sabes? Es mejor que te call-…

Entonces, el pelirrojo me besó. Suave. Tierno. Temeroso. Con duda. Con aliento a alcohol. Con presión. Un beso apretado. En un pocas palabras un beso robado.

Y yo le respondí.

Me fui recostando en la cama matrimonial que solíamos compartir Keii-chan y yo. Con ese pelirrojo encima que no separaba sus labios de los míos, y que yo no era capaz de detener, sus labios eran peligrosamente adictivos y me gustaban… Y para mi placer, para él los míos tampoco estaban nada mal.

Él estaba sobre de mí, me besaba mis labios y mis mejillas, con deseo, sin esa represión de timidez o algo así, solo lo hacía por hacerlo, por disfrutar de mí y que yo disfrutara de él, sin embargo algo de su cordura regresó no mucho después.

- Lo siento.
- ¿Por?
- Tú y yo somos casados, está mal esto… Y no eres una mujer.

Lo miré sin expresión alguna por un momento y me levanté como pude de la cama hacia el buró del otro lado de la habitación. Le aventé cerca de él un par de objetos sin ver, saqué algún disfraz que el fetichista de mi esposo me había hecho usar y me fui hacia el baño sin decir nada. Yo no me iba a quedar sin diversión.

Regresé con un sencillo traje rosa claro y con mi cabello peinado a un estilo femenino, pues la peluca para ese tipo de cosas era realmente incómoda.

- Piensa que soy una chica, piensa que no estoy casado, piensa que tú no tienes familia, piensa que solo existimos tú y yo, piensa que solo queremos placer.

Jaló de mi mano y eso fue suficiente, porque él me empezó a besar de nuevo, apartó un poco esos objetos que le había aventado hacía un momento y sonrió, o eso creí. Estábamos uno sobre el otro compartiendo besos prohibidos, tocándonos solo un poco. (Debo decir que sus manos eran mucho más diestras para tocar y estimular que las de mi esposo).

El pelirrojo comenzó a incrementar el ritmo, colando su mano por mis piernas nada más, tocándolas y disfrutándolas, yo me daba por bien servido acariciando su espalda baja y toqueteando por encima de su ropa uno que otro músculo de él.

- Tú y yo… -Dijo y asentí. –Y yo te puedo hacer lo que sea… -Asentí de nuevo, él solo sonrió.

Me quitó mi ropa, yo no me opuse, el alcohol no sé si me ayudaba o ya se me había bajado. Pero lo cierto es que yo quería más, hacía mucho que no tenía esa sensación.

No sé si es una ilusión o me lo dijo, pero sabía que él quería jugar, yo también y nos íbamos a divertir mucho.

Tan pronto pasó el tiempo que yo ya no tenía nada encima, y él, por su parte, aún tenía su pantalón y así dio a notar su curiosidad por estar conmigo, me comenzó a tocar algo brusco y yo comencé a gemir entrecortadamente, su mano estaba caliente, o quizás era yo, pero el punto es que se sentía demasiado bien.

Perdí noción de nuestros movimientos, solo sé que me gustaban, se sentía bien, parecía que bailábamos entre las sábanas de mi cama que solía decir que era de Keii y mía, pero ahora me importaba poco eso, quería que las manos del pelirrojo me tocaran, me dieran ese placer que tanto había deseado, e increíblemente sabía, por alguna razón que solo ese pelirrojo podría hacerlo, para mi fortuna parece que el pelirrojo leía mi mente y llevaba sus manos a donde me gustaba… o necesitaba.

Sus caricias eran diferentes, no eran tan tiernas y torpes como las de mi esposo, eran más bien algo bruscas y más certeras, a ratos hacía una presión en mi piel y después me volvía a tocar con suavidad, lo sentía en todos lados, mis rostro, mis brazos, mis piernas, mi abdomen o mi espalda en segundos él era capaz de acariciarme todo.

Y vaya que lo disfrutaba, tanto que no me di cuenta de cuando empezó a usar más fuerza e cuando llegaba a mi trasero le daba una nalgada algo fuerte, sabía que mi piel reaccionaba al instante adquiriendo cierta coloración rosácea, y eso me encantaba.

Dejó de usar solo sus manos y buscó a tientas uno de los objetos que antes le había aventado, era una “vara” con unas tiras de cuero negro en la punta, no muy largas no muy cortas, Keii nunca quiso usarlo, pero el pelirrojo no dudó en estrellarlo un par de veces contra mis piernas y mi trasero de nuevo, luego pasaba esa vara por mi espalda con suavidad dejando que las hebras de cuero delinearan mi cuerpo, para luego azotarlo contra mi cuerpo, yo no me di cuenta de un inicio pero comenzaba a jadear cuando sentía un golpe.

El chico, dejó de azotarme un rato, solo me acariciaba con esa vara por todo mi cuerpo, pero cuando menos lo sentí volvió a mis piernas pero esta vez, mientras lo hacía se inclinó hacia mis labios para ahogar mis suaves quejidos.

Su beso era la cosa más excitante que había experimentado, era un experto jugando con mi lengua, aunque por cómo reaccionó a mi respuesta a ese beso no hizo más que calentarlo, pues me mordió mis labios, me miró y me sonrió de una manera tan linda que no advertí lo que hizo después.

Me dejó sobre la cama, pude observarme, tenía leves marcas de color rosa brillante sobre mis piernas pero extrañamente no me dolían, nada era lo que me podría cubrir, y luego busqué la mirada del pelirrojo, el cual tras darse cuenta de mi intensión, me volvió a sonreír y tomó mi mano, la apretó y se inclinó de nuevo a besarme, me concentré en ello por lo que no me di cuenta hasta que se alejó que había amarrado esa mano que me había agarrado con la estructura de la cama.

-Tú y yo sabemos que lo quieres.

Me dijo y no pude decir nada, tiré de mi mano, solo para comprobar la realidad de la atadura, era real, no solo sobrepuesta, y apretaba bastante cuando intenté jalarla. El mayor, sonrió seguramente porque yo obviamente puse una cara algo preocupada.

Quedé inmovilizado en la cama poco después, en una posición algo extraña, estaba acostado de costado, casi en posición fetal, mis tobillos no habían sido atados a la cama, sino juntos, y mi otra mano había sido llevada atrás, en mi espalda, además él me había pasado una cuerda que realmente no  me ataba a ningún lado pero si recorría mis hombros y parte de mi pecho, tendiendo el extremo de esa cuerda.

Jaló de esa cuerda y me moví algo inquieto, él pudo comprobar que si tenía control de movimiento en mi cuerpo y yo me excité.

Por el sonido, noté como subió a la cama, me daba algo de miedo y curiosidad, pero pronto sentí una sustancia algo fría caer sobre mí, seguramente él estaba vertiendo algo sobre mí, dirigí mi mirada a él, sonrojado y algo preocupado, me estaba dejando caer un líquido color rojo, que yo no recordaba que había en mi casa, por su olor tan suave, pensé que sería jabón, pero no lo era.

Ese líquido estaba por todo mi cuerpo y aunque había caído frío a mi cuerpo, en ese momento lo sentía arder, me sonrojé un poco más porque luego me encontré con él, con sus ojos y no vi más que perversión y deseo por mí, jamás me sentí tan bien.

Él se fue dejándome así, sabía que regresaría y vaya que quería que lo hiciera, para lo cual no pasó mucho tiempo, pues cuando menos lo sentí, había algo frío que estaba siendo colocado en mi entrepierna: un maldito hielo.

Lo miré confundido y hasta algo enfadado, sin embargo eso era algo curioso, mi miembro estaba si ya algo caliente y con el hielo ahí hasta sentí algo un poco más placentero. El aprovechó esa reacción para perderse de mi vista e ir por el lado contrario de la cama, donde yo no podía ni siquiera adivinar qué haría, sentí su peso en la cama de nuevo pero esta vez en la parte baja de mi espalda y sudé frío.

El besó mi espalda, poco a poco de una manera más atrevida, incluso dejando un rastro de saliva por esta, me mordía después pero igual lo disfrutaba, por eso no tomé en cuenta cuando el metió un maldito cubo de hielo dentro de mí.

Quise voltear para reclamar pero antes de hacerlo él tenía sujeta mi cabeza con una de sus manos, empujando el hielo dentro, era terriblemente doloroso… y delicioso.

Ya no sentí el peso de él en la cama, y lo siguiente que sentí fue un dolor intenso por un segundo en mi espalda, ahí donde había quedado un suave rastro de besos, había dado lugar una marca casi roja, y luego otra, y una más, yo gemí.

Estaba dándome latigazos en mi espalda, y eso era endemoniadamente excitante.

El aprovechaba esa situación increíblemente bien, y yo, por mi parte agradecí ser capaz de dejar salir algunos quejidos de mis labios, pues al parecer eso lo incitaba a pegarme más, el látigo dejaba marcas a cada roce con mi cuerpo, lo sentía e incluso ardía, mas no me importaba, incluso llegó el momento en que dejó de darme de latigazos para meter otro hielo dentro de mí.

Poco después dejó el látigo, y caminó hacia el lado de la cama donde podía hacer contacto visual conmigo, me le quedé mirando y me mordí los labios al ver lo que hacía; se estaba quitando el pantalón de una manera algo sensual, yo me mordí los labios, y él se dio cuenta.

Y así fue como lo vi desnudo, sentía mi cuerpo necesitado, y quería decirle que entrara, más lo perdí de vista de nuevo, esta vez, sentí como desataba mis tobillos y yo agradecí a ello, eso significaba que entraría en mí pronto, más cuando me dejó estirar las piernas supe que aún no era el momento.

Él, nuevamente dobló mis piernas, pero esta vez separadas, llegó el momento en que mi tobillo rozaba con mis muslos, y cuando fue así, las sujetó con la cuerda algo fuerte, e hizo lo mismo con la otra pierna, estaba totalmente abierto para él, estábamos los dos sonriendo, pero el aún me hizo esperar, pues la mano que tenía en la espalda la llevó por arriba de mi cabeza y la ató junto con la mano que tenía atada a la cama. Ahora sí, estaba a su disposición.

Más no era el momento.

Supe al fin lo que era ese líquido rojo que había vertido en mi cuerpo, cuando lo empezó a untar en mi miembro y en mi entrada, era un lubricante de efecto caliente, y cumplía con su maldita función pues mi cuerpo reaccionaba aún más fácil a sus caricias.

Metió sus dedos, estaba algo húmedo por los hielos que me había metido antes, pero el lubricante también ayudaba, no dolía, pero sí que calentaba, yo me sentía más que necesitado pero él no quería hacer nada más todavía. Dejó el lubricante y se incorporó, creí que ahora entraría, pero no, con la vara con tiras de cuero me empezó a recorrer mi entrepierna, no la azotaba pero si me daba tentación, poco después lo maldije porque esa vara era la que me metió.

No es que fuera muy grande o algo así, pero la giraba y esas tiras de cuero me tocaban deliciosamente, no mucho después me encontraba jadeando con mis ojos cerrados y rogándole porque siguiera haciendo aquello, razón por la cual me quejé cuando sentí que la sacó.

- Vaya… Es mejor de lo que esperaba –Logré escuchar que comentó, más solo gemí, pasaron segundos que se me hicieron una eternidad, pero  gracias a ello sentí aún más rico cuando tomó mi cadera se puso en posición y me embistió sin aviso, hasta el fondo.

Eso sí me dolió… Pero olvidé el dolor en cuanto el pelirrojo se empezó a mover a un ritmo acelerado, sabía moverse demasiado bien y cada vez sentía mejor su miembro llegar a hacerme sentir mejor, sujetaba parte de mi cuerpo pero ayudaba el hecho de que estaba totalmente abierto, realmente no había nada que le obstruyera el paso, el efecto del lubricante hacía su labor y sentía cada vez más calor.

Llegó a ir más lento, sin embargo, no dejaba de sentirse ese placer, pues al momento en que se detuvo se inclinó hacia a mí, me sonrió y me dio un beso que no tenía nada que ver con lo que hacía, era un beso demasiado tierno, como esos que se dan los primeros novios, me dejó tonto, no iba nada con la situación ni con lo que me había estado haciendo, sin embargo correspondí, creí que eso sería el final, pero tan pronto se separó una expresión más seria y lasciva apareció en su rostro.

Era el mejor sexo de mi vida, y sabía que de él también, estaba loco, no sabía cuánto tiempo había pasado, tampoco es que me importara, pero si sabía que era increíble, que era excitante y único, sus embestidas hacia mi eran certeras, dolían muy poco y realmente me hacían sentir mejor que nunca, mi cuerpo estaba llegando al merecido orgasmo.

Lo último que recuerdo de ese momento fue su suave voz, en un susurro: “increíble~”, fue lo que pronunció, antes de que cayésemos cansadísimos, en mi cama a dormir, lo dejé que me abrazara, todo mi cuerpo estaba marcado por sus azotes y las cuerdas que ahora se habían ido debajo de la cama, más no me importaba nada más, ahora solo su brazos estaban a mi alrededor.

A la mañana siguiente él no estaba, pero sonreí agradecido, sí, me dolía todo y creí que no me podría levantar, más las cosas cambiaron en cuanto me bañé, usé ropa cómoda y que no rozara mi cuerpo, por la tarde, mi esposo mandó un mensaje diciendo que regresaría al día siguiente, pero la verdad… Me alegré al encontrar la tarjeta de contacto del pelirrojo actor en el buró al lado de mi cama… Y cabe decir que ya nunca festejé algo con Keii.

_____

Yo llevaba 3 años sin escribir nada parecido a esto, no sé si este bien o mal xD pero eso ha salido~ gracias por leer ^^u
Realmente este fic lleva dedicatoria, pero mejor no menciono de quién se trata, esa persona lo sabe (?) xD pero ¡al fin lo hice! Lamento si no es lo que esperabas pero eso ha salido, y lo he hecho con mucho cariño para tí :D