Título:
Amantes
Género:
Lemon (¿?)
Advertencias: Sadomasoquismo
Pareja:
TegoMass [Tegoshi Yuya x Masuda Takahisa]
Fandom:
NEWS
Palabras:
4000
Tipo:
One-shot
Resumen:
Tegoshi está harto, necesita algo de acción, quizás el conocer a un actor pueda
llevarlo a lo que realmente quiere.
En mi aniversario solo recibí una
llamada de mi esposo diciendo que se tenía que quedar en no sé dónde para no sé
qué reportaje. Él y yo nos casamos hace dos años, y el año pasado no celebró
conmigo la fecha por otro reportaje que tenía que hacer para su noticiero.
Yo no podía quejarme, había roto
compromisos también con anterioridad y la verdad, también por un trabajo que no
podía aplazar, pero eso sí, jamás en nuestras fechas especiales, ni en nuestro
aniversario de bodas, de novios, en mi cumpleaños o en el de él, primero de
mayo.
“Keii-chan” es el esposo perfecto.
Solo cuando no tiene que trabajar. Y “Yuya” es un chico muy impaciente.
Salí de casa algo molesto, no
realmente con él, pero sí con “su” trabajo. Odiaba que su trabajo nos separara
así, aunque yo sabía bien que si Keii-chan accedía a esos reportajes era para
poder darme la vida de príncipe que a veces con mi propio sueldo no podía
pagarme.
Caminé sin rumbo, pensando
amargamente en lo que podía haber hecho ese día… Hacía mucho que mi esposo no
llegaba con ganas de tocarme, que no llegaba con mucha energía como para
cansarnos en la cama, hacía mucho que no gritaba “Keii” con toda la fuerza de
mi voz en aquel momento de máximo placer.
Aunque yo haga de todo por provocar
a mi esposo, lo cual incluye travestirme más de una vez en muchos disfraces, yo no dejo de ser hombre nunca, yo tengo mis
necesidades… Necesidades que mi esposo no me ha logrado satisfacer en mucho
tiempo.
Alenté el paso de mi caminar,
pasando por un parque ya oscuro y sin personas, pasando por una calle con solo
una farmacia de 24 horas abierta, pasando por un hospital infantil que estaba
curiosamente pintado… pasando por muchos edificios en los cuales no iba
reparando hasta que entré en un pequeño bar que estaba ahí, abierto y casi
vacío.
Me puse unos lentes con un diseño
grande que cubrían mucho más que mis ojos, incluso eran algo molestos en mis
mejillas, pero solo los usaba por distracción. Me senté a lado de un tipo que
no parecía llevar mucho ahí pues no tenía vaso alguno, estaba con una expresión
seria hasta que el barman le pasó un vaso con un líquido algo rojizo. Lo
observé por un momento pero después decidí no reparar en lo que él hacía y yo
pedí una bebida cualquiera, no me importaba, quería solo tomar algo y que se me
olvidara un rato el porqué de mi soledad de esa noche.
El tipo de a lado pidió de nuevo esa
bebida rojiza y yo seguí en lo mío, pidiendo más y más sin saber que bebía en
realidad, cada vez todo era más confuso, y olvidé entonces, que cuando perdía
esa ligera cordura cuando bebía… me ponía demasiado platicador.
- ¿Sabes tú, amigo, que es horrible?
Nadie me contestó, ni el barman ni
el tipo de a lado, ni la tipa que llegó después solicitando un trago muy
ligero. Pedí alguna cosa más que ahora no puedo recordar, pero me mareó
bastante, pues le me lo acabé de un solo trago y me volví a dirigir a ellos con
la misma pregunta. Pero esta vez, el tipo de la bebida roja atendió a mi
llamado contestado con un sencillo “¿Qué?”.
- Que ese idiota prefiera hacer un
reportaje de peces que tocarme a mí.
Contesté realmente con mucho recelo,
era cierto, dentro de mi egocéntrico ser, estaba la verdad, odiaba pasar a ser
el segundo termino de mi esposo, su segunda preocupación, yo no podía ser un
esposo tolerante, una pareja comprensiva, en serio que no, porque yo necesito
atención, mimos, ser atendido en toda la extensión de la palabra, no importa
que pase, yo quiero todo para mí.
Un nuevo “¿Qué?” salió de la boca
del tipo de a lado y yo resoplé, volteando a verlo.
- Que el idiota de mi marido desde
hace meses que no pasa de besar mi mejilla, que ese tonto, me tiene en
abstinencia desde hace no sé cuánto y yo no aguanto eso, yo necesito que me
toquen, necesito cariño, amor, lo que sea, yo necesito…
-Pobre de ti.
-No, no, no ¡Pobre de él! Porque yo…
yo…
Me quedé sin decir nada, no podía
con mis ideas, apoyé mi barbilla en la barra jugando con mi vaso vacío, tomaría
un poco más y quizás luego me iría mi casa o a un hotel, dependiendo de qué tan
lejos esté de una u otra opción.
Quizás fue un segundo, o quizás un
minuto, puede que varios, no lo sé pero el tipo empezó a hablar.
- Mi esposa es una ilusa. Cometí un
grave error al casarme con la amiga de mi hermana, todos me lo dijeron pero
pensé que funcionaría…
Le miré severamente, y luego observé
sus manos, en su mano traía un fino anillo de oro, claramente indicaba su
compromiso recién mencionado hacía unos pocos segundos, por segundos quise
decirle que a mí no me importaba su tonta vida amorosa pero como ya dije, me
vuelvo muy platicador y además algo chismoso cuando empiezo a beber de más.
- ¿Y entonces?
- Ella se da la gran vida gastando
todo el dinero que gano.
- ¿Y qué esperas para separarte de
ella?
- Nada… No puedo hacerlo ya, ella es
quién cuida al niño. Yo trabajo, ella es ama de casa.
- ¿Niño? ¿Tienen ya hijos? –Hice un
cálculo mental de la posible edad de mi acompañante a juzgar por su físico y lo
que me contó, con suerte sería un par de años por mucho más grande que yo.
- Sí, un niño adoptado pero como cualquier
niño pequeño jala más afecto y atención que nadie.
- Estás condenado. ¿Es fea?
- No, al contrario es guapa. Solo es
muy tonta.
- Que vacía esa relación tuya.
- Y que lo digas. Pero tú solo
quieres sexo ¿Por qué contratas a alguien?
- “Lo amo~” –Dije más que nada por
compromiso ¿Acaso podía llamar amor a lo mío con Keii-chan?, ¡Tonto! No debía
pensar en eso, estábamos casados, obviamente era amor – No podría tener sexo
con alguien más.
Salieron esas palabras pero yo no
las sentía verdad.
Pasó un rato más, descubrí más cosas
de ese chico, tanto de su vida como de su físico. Era un actor de teatro,
conocido por el medio, había protagonizado varias obras, aunque de los nombres
que dijo yo no conocía ni uno, además mencionó de una oferta para una película
de mediano presupuesto que estaba pensando aceptar. Tenía cuatro años de casado
y su hijo adoptado tenía casi dos años,
y se notaba que lo adoraba. Pero él… físicamente hablando era casi un
dios, bajo su ropa se notaban unos músculos que según comentó podrían ser
resultado de la natación, su cabello desordenado era de un rojo brillante, y su
piel era demasiado nívea.
Platicamos, y mucho, quizás él se
enteró de mucho de mí y yo de él, nos hicimos amigos algo bebidos muy
fácilmente. El Bar poco a poco se iba vaciando poco más, quedábamos los dos y
el barman nada más.
- Deberías irte a casa –Mencioné
nada más por decir algo, yo me quería ir ya.
- No quiero, ella no me espera hoy,
le dije que no podía volver a casa hoy. Pero vete si quieres.
- Él no va a llegar hoy.
- ¿No es tu aniversario?
- Ese idiota se fue a grabar con
peces ¿No te dije?
- Que triste.
- Lo sé.
Me levanté y pagué lo que debía, me
sorprendió un poco puesto que no recordaba haber pedido y bebido tanto, pero
igual no me importó, busqué una mochila que creí haber llevado pero realmente
me había salido de la casa sin nada encima más que mi cartera.
Me tambaleé hasta la salida, quizás
debí haber reparado más en lo que bebía y las cantidades que eran, sin embargo
no llegué a caer en ningún momento, al principio me felicité por llegar a la
puerta sin caerme pero luego, sentí la presión en mi hombro que me sostenía en
pie.
Creí no necesitar su ayuda y de
hecho se la estaba a punto de recriminar, sin embargo no lo hice pues me di
cuenta al dar un paso que si necesitaba ayuda.
Me llevó un par de calles pero luego
paramos en un parque, quizás el mismo por el que pasé antes y estaba vacío. Nos
detuvimos ahí, pues los dos estábamos algo cansados. Estábamos en silencio, y
al menos de mi parte no sabía bien que decir. Mi cabeza estaba en verdad
confusa. Pero él me sonrió y por alguna tonta reacción yo hice lo mismo.
Retomamos el camino en silencio
rumbo a lo que recordaba era mi casa, justamente recordaba aún como llegar sin
necesidad de llamar a mi esposo o a alguien así y tenerle que explicar todo el
asunto.
Con la llave de emergencia abrí la
puerta y cometí el un gran error y acierto al mismo tiempo: El pelirrojo entró
conmigo a mi casa y se aseguró de llevarme a mi cama.
- ¿En serio eres gay? –Dijo
finalmente tras ayudarme a sentarme en mi cama y asentí ligeramente.
- Incluso te dije que soy casado ¿Te
molesta acaso?
- No, de hecho me da curiosidad.
- ¿Y eso?
- No todos los días me encuentro a
un gay emborrachándose en un bar casi vacío quejándose por que no ha tenido
sexo.
- ¿Sabes? Es mejor que te call-…
Entonces, el pelirrojo me besó.
Suave. Tierno. Temeroso. Con duda. Con aliento a alcohol. Con presión. Un beso
apretado. En un pocas palabras un beso robado.
Y yo le respondí.
Me fui recostando en la cama
matrimonial que solíamos compartir Keii-chan y yo. Con ese pelirrojo encima que
no separaba sus labios de los míos, y que yo no era capaz de detener, sus
labios eran peligrosamente adictivos y me gustaban… Y para mi placer, para él los
míos tampoco estaban nada mal.
Él estaba sobre de mí, me besaba mis
labios y mis mejillas, con deseo, sin esa represión de timidez o algo así, solo
lo hacía por hacerlo, por disfrutar de mí y que yo disfrutara de él, sin
embargo algo de su cordura regresó no mucho después.
- Lo siento.
- ¿Por?
- Tú y yo somos casados, está mal
esto… Y no eres una mujer.
Lo miré sin expresión alguna por un
momento y me levanté como pude de la cama hacia el buró del otro lado de la
habitación. Le aventé cerca de él un par de objetos sin ver, saqué algún
disfraz que el fetichista de mi esposo me había hecho usar y me fui hacia el
baño sin decir nada. Yo no me iba a quedar sin diversión.
Regresé con un sencillo traje rosa
claro y con mi cabello peinado a un estilo femenino, pues la peluca para ese
tipo de cosas era realmente incómoda.
- Piensa que soy una chica, piensa
que no estoy casado, piensa que tú no tienes familia, piensa que solo existimos
tú y yo, piensa que solo queremos placer.
Jaló de mi mano y eso fue suficiente,
porque él me empezó a besar de nuevo, apartó un poco esos objetos que le había
aventado hacía un momento y sonrió, o eso creí. Estábamos uno sobre el otro
compartiendo besos prohibidos, tocándonos solo un poco. (Debo decir que sus
manos eran mucho más diestras para tocar y estimular que las de mi esposo).
El pelirrojo comenzó a incrementar
el ritmo, colando su mano por mis piernas nada más, tocándolas y
disfrutándolas, yo me daba por bien servido acariciando su espalda baja y
toqueteando por encima de su ropa uno que otro músculo de él.
- Tú y yo… -Dijo y asentí. –Y yo te
puedo hacer lo que sea… -Asentí de nuevo, él solo sonrió.
Me quitó mi ropa, yo no me opuse, el
alcohol no sé si me ayudaba o ya se me había bajado. Pero lo cierto es que yo
quería más, hacía mucho que no tenía esa sensación.
No sé si es una ilusión o me lo
dijo, pero sabía que él quería jugar, yo también y nos íbamos a divertir mucho.
Tan pronto pasó el tiempo que yo ya
no tenía nada encima, y él, por su parte, aún tenía su pantalón y así dio a
notar su curiosidad por estar conmigo, me comenzó a tocar algo brusco y yo
comencé a gemir entrecortadamente, su mano estaba caliente, o quizás era yo,
pero el punto es que se sentía demasiado bien.
Perdí noción de nuestros
movimientos, solo sé que me gustaban, se sentía bien, parecía que bailábamos
entre las sábanas de mi cama que solía decir que era de Keii y mía, pero ahora
me importaba poco eso, quería que las manos del pelirrojo me tocaran, me dieran
ese placer que tanto había deseado, e increíblemente sabía, por alguna razón
que solo ese pelirrojo podría hacerlo, para mi fortuna parece que el pelirrojo
leía mi mente y llevaba sus manos a donde me gustaba… o necesitaba.
Sus caricias eran diferentes, no
eran tan tiernas y torpes como las de mi esposo, eran más bien algo bruscas y
más certeras, a ratos hacía una presión en mi piel y después me volvía a tocar
con suavidad, lo sentía en todos lados, mis rostro, mis brazos, mis piernas, mi
abdomen o mi espalda en segundos él era capaz de acariciarme todo.
Y vaya que lo disfrutaba, tanto que
no me di cuenta de cuando empezó a usar más fuerza e cuando llegaba a mi
trasero le daba una nalgada algo fuerte, sabía que mi piel reaccionaba al
instante adquiriendo cierta coloración rosácea, y eso me encantaba.
Dejó de usar solo sus manos y buscó
a tientas uno de los objetos que antes le había aventado, era una “vara” con
unas tiras de cuero negro en la punta, no muy largas no muy cortas, Keii nunca
quiso usarlo, pero el pelirrojo no dudó en estrellarlo un par de veces contra
mis piernas y mi trasero de nuevo, luego pasaba esa vara por mi espalda con
suavidad dejando que las hebras de cuero delinearan mi cuerpo, para luego
azotarlo contra mi cuerpo, yo no me di cuenta de un inicio pero comenzaba a
jadear cuando sentía un golpe.
El chico, dejó de azotarme un rato,
solo me acariciaba con esa vara por todo mi cuerpo, pero cuando menos lo sentí
volvió a mis piernas pero esta vez, mientras lo hacía se inclinó hacia mis
labios para ahogar mis suaves quejidos.
Su beso era la cosa más excitante
que había experimentado, era un experto jugando con mi lengua, aunque por cómo
reaccionó a mi respuesta a ese beso no hizo más que calentarlo, pues me mordió
mis labios, me miró y me sonrió de una manera tan linda que no advertí lo que
hizo después.
Me dejó sobre la cama, pude
observarme, tenía leves marcas de color rosa brillante sobre mis piernas pero
extrañamente no me dolían, nada era lo que me podría cubrir, y luego
busqué la mirada del pelirrojo, el cual tras darse cuenta de mi intensión, me
volvió a sonreír y tomó mi mano, la apretó y se inclinó de nuevo a besarme, me
concentré en ello por lo que no me di cuenta hasta que se alejó que había
amarrado esa mano que me había agarrado con la estructura de la cama.
-Tú y yo sabemos que lo quieres.
Me dijo y no pude decir nada, tiré
de mi mano, solo para comprobar la realidad de la atadura, era real, no solo
sobrepuesta, y apretaba bastante cuando intenté jalarla. El mayor, sonrió
seguramente porque yo obviamente puse una cara algo preocupada.
Quedé inmovilizado en la cama poco
después, en una posición algo extraña, estaba acostado de costado, casi en
posición fetal, mis tobillos no habían sido atados a la cama, sino juntos, y mi
otra mano había sido llevada atrás, en mi espalda, además él me había pasado
una cuerda que realmente no me ataba a
ningún lado pero si recorría mis hombros y parte de mi pecho, tendiendo el
extremo de esa cuerda.
Jaló de esa cuerda y me moví algo
inquieto, él pudo comprobar que si tenía control de movimiento en mi cuerpo y
yo me excité.
Por el sonido, noté como subió a la
cama, me daba algo de miedo y curiosidad, pero pronto sentí una sustancia algo
fría caer sobre mí, seguramente él estaba vertiendo algo sobre mí, dirigí mi
mirada a él, sonrojado y algo preocupado, me estaba dejando caer un líquido
color rojo, que yo no recordaba que había en mi casa, por su olor tan suave,
pensé que sería jabón, pero no lo era.
Ese líquido estaba por todo mi
cuerpo y aunque había caído frío a mi cuerpo, en ese momento lo sentía arder,
me sonrojé un poco más porque luego me encontré con él, con sus ojos y no vi
más que perversión y deseo por mí, jamás me sentí tan bien.
Él se fue dejándome así, sabía que
regresaría y vaya que quería que lo hiciera, para lo cual no pasó mucho tiempo,
pues cuando menos lo sentí, había algo frío que estaba siendo colocado en mi
entrepierna: un maldito hielo.
Lo miré confundido y hasta algo
enfadado, sin embargo eso era algo curioso, mi miembro estaba si ya algo
caliente y con el hielo ahí hasta sentí algo un poco más placentero. El
aprovechó esa reacción para perderse de mi vista e ir por el lado contrario de
la cama, donde yo no podía ni siquiera adivinar qué haría, sentí su peso en la
cama de nuevo pero esta vez en la parte baja de mi espalda y sudé frío.
El besó mi espalda, poco a poco de
una manera más atrevida, incluso dejando un rastro de saliva por esta, me
mordía después pero igual lo disfrutaba, por eso no tomé en cuenta cuando el
metió un maldito cubo de hielo dentro de mí.
Quise voltear para reclamar pero
antes de hacerlo él tenía sujeta mi cabeza con una de sus manos, empujando el
hielo dentro, era terriblemente doloroso… y delicioso.
Ya no sentí el peso de él en la
cama, y lo siguiente que sentí fue un dolor intenso por un segundo en mi
espalda, ahí donde había quedado un suave rastro de besos, había dado lugar una
marca casi roja, y luego otra, y una más, yo gemí.
Estaba dándome latigazos en mi
espalda, y eso era endemoniadamente excitante.
El aprovechaba esa situación increíblemente
bien, y yo, por mi parte agradecí ser capaz de dejar salir algunos quejidos de
mis labios, pues al parecer eso lo incitaba a pegarme más, el látigo dejaba
marcas a cada roce con mi cuerpo, lo sentía e incluso ardía, mas no me
importaba, incluso llegó el momento en que dejó de darme de latigazos para
meter otro hielo dentro de mí.
Poco después dejó el látigo, y
caminó hacia el lado de la cama donde podía hacer contacto visual conmigo, me
le quedé mirando y me mordí los labios al ver lo que hacía; se estaba quitando
el pantalón de una manera algo sensual, yo me mordí los labios, y él se dio
cuenta.
Y así fue como lo vi desnudo, sentía
mi cuerpo necesitado, y quería decirle que entrara, más lo perdí de vista de
nuevo, esta vez, sentí como desataba mis tobillos y yo agradecí a ello, eso
significaba que entraría en mí pronto, más cuando me dejó estirar las piernas
supe que aún no era el momento.
Él, nuevamente dobló mis piernas,
pero esta vez separadas, llegó el momento en que mi tobillo rozaba con mis
muslos, y cuando fue así, las sujetó con la cuerda algo fuerte, e hizo lo mismo
con la otra pierna, estaba totalmente abierto para él, estábamos los dos
sonriendo, pero el aún me hizo esperar, pues la mano que tenía en la espalda la
llevó por arriba de mi cabeza y la ató junto con la mano que tenía atada a la
cama. Ahora sí, estaba a su disposición.
Más no era el momento.
Supe al fin lo que era ese líquido
rojo que había vertido en mi cuerpo, cuando lo empezó a untar en mi miembro y
en mi entrada, era un lubricante de efecto caliente, y cumplía con su maldita
función pues mi cuerpo reaccionaba aún más fácil a sus caricias.
Metió sus dedos, estaba algo húmedo
por los hielos que me había metido antes, pero el lubricante también ayudaba,
no dolía, pero sí que calentaba, yo me sentía más que necesitado pero él no
quería hacer nada más todavía. Dejó el lubricante y se incorporó, creí que
ahora entraría, pero no, con la vara con tiras de cuero me empezó a recorrer mi
entrepierna, no la azotaba pero si me daba tentación, poco después lo maldije
porque esa vara era la que me metió.
No es que fuera muy grande o algo
así, pero la giraba y esas tiras de cuero me tocaban deliciosamente, no mucho
después me encontraba jadeando con mis ojos cerrados y rogándole porque
siguiera haciendo aquello, razón por la cual me quejé cuando sentí que la sacó.
- Vaya… Es mejor de lo que esperaba –Logré
escuchar que comentó, más solo gemí, pasaron segundos que se me hicieron una
eternidad, pero gracias a ello sentí aún
más rico cuando tomó mi cadera se puso en posición y me embistió sin aviso,
hasta el fondo.
Eso sí me dolió… Pero olvidé el
dolor en cuanto el pelirrojo se empezó a mover a un ritmo acelerado, sabía
moverse demasiado bien y cada vez sentía mejor su miembro llegar a hacerme
sentir mejor, sujetaba parte de mi cuerpo pero ayudaba el hecho de que estaba
totalmente abierto, realmente no había nada que le obstruyera el paso, el
efecto del lubricante hacía su labor y sentía cada vez más calor.
Llegó a ir más lento, sin embargo,
no dejaba de sentirse ese placer, pues al momento en que se detuvo se inclinó
hacia a mí, me sonrió y me dio un beso que no tenía nada que ver con lo que
hacía, era un beso demasiado tierno, como esos que se dan los primeros novios,
me dejó tonto, no iba nada con la situación ni con lo que me había estado
haciendo, sin embargo correspondí, creí que eso sería el final, pero tan pronto
se separó una expresión más seria y lasciva apareció en su rostro.
Era el mejor sexo de mi vida, y
sabía que de él también, estaba loco, no sabía cuánto tiempo había pasado,
tampoco es que me importara, pero si sabía que era increíble, que era excitante
y único, sus embestidas hacia mi eran certeras, dolían muy poco y realmente me
hacían sentir mejor que nunca, mi cuerpo estaba llegando al merecido orgasmo.
Lo último que recuerdo de ese
momento fue su suave voz, en un susurro: “increíble~”, fue lo que pronunció,
antes de que cayésemos cansadísimos, en mi cama a dormir, lo dejé que me
abrazara, todo mi cuerpo estaba marcado por sus azotes y las cuerdas que ahora
se habían ido debajo de la cama, más no me importaba nada más, ahora solo su
brazos estaban a mi alrededor.
A la mañana siguiente él no estaba,
pero sonreí agradecido, sí, me dolía todo y creí que no me podría levantar, más
las cosas cambiaron en cuanto me bañé, usé ropa cómoda y que no rozara mi
cuerpo, por la tarde, mi esposo mandó un mensaje diciendo que regresaría al día
siguiente, pero la verdad… Me alegré al encontrar la tarjeta de contacto del
pelirrojo actor en el buró al lado de mi cama… Y cabe decir que ya nunca
festejé algo con Keii.
_____
Yo llevaba 3 años sin escribir nada parecido a esto, no sé si este bien o mal xD pero eso ha salido~ gracias por leer ^^u
Realmente este fic lleva dedicatoria, pero mejor no menciono de quién se trata, esa persona lo sabe (?) xD pero ¡al fin lo hice! Lamento si no es lo que esperabas pero eso ha salido, y lo he hecho con mucho cariño para tí :D